Está claro, tengo, bueno tenemos,
un problema. Y ahora ¿qué?
Durante unos meses tuve la
sensación de que tenía la cabeza vacía, sin ideas. No sabía por dónde tirar, ni
hacia dónde ir, con quien hablar o qué hacer. Lo que sí tenia claro es que no
iba a hacer partícipe a nadie de ello, lo sufriríamos mi pareja y yo en
silencio, sí, como las almorranas. Afortunadamente sólo un par de personas, a lo
sumo tres o cuatro, sabían que habíamos empezado a buscar y no con demasiada
insistencia (según mis propias palabras), así que nuestro secreto estaba a buen
recaudo.
Con el tiempo era tanta la presión
que sentía que acabé confesándoselo a mi madre. Una madre es siempre una madre
y la mía no es una excepción. Como no podía ser de otra manera, ahí estaba
ella, siempre solícita, siempre dispuesta, siempre cariñosa, siempre madre.
-mamá, tengo que contarte una cosa…..
-¿sí? ¿Es una buena noticia?, dime hija
-yo creo que no. Llevo demasiado tiempo buscando
quedarme embarazada y no lo consigo, creo que no es del todo normal….. (soltarlo
fue mucho más fácil de lo que yo me hubiera imaginado nunca y, en cierta forma,
liberador. Si llego a saber que me iba a sentir tan bien después de una conversación
tan breve…)
-yo algo me imaginaba, pero no he querido
preguntar, por si te molestaba. A lo mejor es sólo estrés, ya verás que si te
relajas y dejas de pensar en ello, pronto tendrás tu primera falta
-ojala…….
Desde entonces ella es mi
particular confesor, sabe uno a uno los pasos que voy dando, con todo lujo de
detalles. Me consuela cuando estoy triste, me anima a seguir, me aconseja, me
orienta, me quiere. Se ha convertido en esa pequeña brújula que llevas en el
bolsillo de atrás del pantalón, muy a mano, y que sólo tardas dos segundo en
sacar cuando la necesitas.
¿Por qué la infertilidad es un
tema tabú? ¿Por qué nos cuesta tanto reconocer que tenemos un problema?
Las estadísticas confirman que
alrededor de un 15% de las parejas tiene problemas de fertilidad, pero a mi
alrededor no hay ningún caso declarado, es evidente que la mayoría lo ocultan,
es decir lo ocultamos.
Quizá sea ese el principio del
fin. ¿No es la infertilidad una enfermedad? Y, entonces, ¿por qué no la
empezamos a tratar como tal? Nadie se esconde cuando tiene gripe, diabetes o cáncer,
¿por qué sí cuando tiene un problema reproductivo?
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